domingo, 20 de febrero de 2011

.-Bajada del Gchú. con Aníbal Torres y Los Guachines-.

El jueves el Cabezón tira por Facebook la invitación para hacer la bajada del Gualeguaychú, desde ruta catorce hasta la ciudad, aproximados unos 42 km. Yo le contesto que estaba crecido, corría bastante fuerte y para completarla estaba anunciado lluvia, por lo que no podes abortar hasta un lugar llamado la Horqueta que es la desembocadura del arroyo Gualeyan en el Gualeguaychú, unos 32 km después de haber zarpado, ya que el acceso que está a mitad de camino es un camping llamado Fiorini, y se llega por calles de tierra muy complicadas salvo para vehículos 4x4.

El cabezón insistió pues él había pasado por la ruta y vio el río bajo.

El motivo principal era el de mostrarle a Aníbal Torres de Santa Fe, que está de visita en nuestra ciudad, una de las partes más linda de nuestro río.

Se armó todo, palistas éramos cuatro, Aníbal Torres, Ignacio Carro, el Cabezón y yo.

Salimos como a las ocho desde lo del Cabezón con mi tráiler y con la persona que traería de regreso el auto desde la ruta.

Bajamos los botes, cargamos todo en ellos y zarpamos a eso de las diez de la mañana.

El río estaba hermoso, la mañana muy nublada, casi por llover, la corriente enseguida se adueña de tu bote y lo único que debes hacer es dejarte llevar, corregir el rumbo contantemente pues los remansos son infinitos y por momentos te llevan hacia los arboles. Las curvas se suceden una tras otra, se escuchan aves por todos lados y nuestra charla amena, siempre con asombro porque jamás el río está igual, parece que cada vez que lo recorres está más bonito.

Se ven árboles secos en el agua, aferrados al lecho, remolinos, pequeñas correntadas entre la vegetación que acortan el recorrido pero a riesgo de quedar trabado en alguna de ellas, así que se deben evitar la mayoría.

Y mi amigo, un remanso que me tiene de hijo, las tres veces que lo he recorrido me atrapó, por distracción mía y por ir disfrutando del paisaje me olvido que está ahí, justo al ingreso a una curva a noventa grados. Siempre termino en el dando vueltas como un trompo en el sentido de las agujas del reloj, que al estar sobre margen derecha, me lleva aguas arriba, así que sin porfiarlo, es imposible, regreso unos metros aguas arriba y ahí sí, a escaparle a “Don Remanso”, que sigue queriéndote retener, y zambullirte en la curva a la izquierda, pero ojo, no tanto porque te esperan muchos gajos de árboles hundidos, así que se debe ir muy atento.

Es hermoso, con mi bote con sus cinco metros setenta tienes que ir timoneando con la pala y la escora constantemente para mantenerte en curso, ¡¡¡¡realmente es hermoso!!!!

Luego de un rato el agua se aquieta un poco, el río se hace ancho y las curvas distantes, pero se comienza a escuchar un ruido fuerte, el Salto de Méndez, un lugar hermoso, de aguas rápidas corriendo entre enormes piedras, muy agresivas para nuestros botes. Es realmente increíble, para los que somos de ríos de llanura, la energía que tiene el agua en estos lugares y si te lleva, deja que lo haga, mandate una plegaria para que no te vuelques y que tú casco aguante los posibles golpes.

Este salto tiene dos pasos, el de margen izquierda es el más pronunciado y es al que debes evitar, son como doscientos metros de aguas blancas muy batidas para un bote de travesía y un palista croto como yo.

El paso por margen derecha es el más accesible, inclusive lo hemos pasado caminado sobre las piedras con el agua a la cintura y el bote de tiro. Ayer estaba con buen nivel así que lo cruzamos navegando sin peligro de golpear las piedras.

Cuando llegas acá es todo un tema, comienza la telenovela: Bueno, ¿¿¿¿que hacemos????, vamos, si, vamos, dale lárgate……jajajja, no aparece el voluntario, son caros los kayak y más feo si tienes que dejarlo ahí y venirte caminando, estas en el medio del monte.

El Cabezón terminó asumiendo el riesgo, se puso la bombacha de goma y se acercó a la entrada a la corredera, como vio que había agua suficiente se mandó y lo seguimos, luego de pasar ese primer rápido hay que descender en la costa y caminando por el agua llevar los botes de tiro pues es muy playo y el lecho es todo de piedra de todos los tamaños. Una vez que llegas a una playita de arena te vuelves a subir y te dejas llevar por el agua que corre a gran velocidad y con buenas olas. Unos doscientos o trescientos metros más abajo se forma un remanso en el que puedes detenerte y salir hacia la costa de enfrente, ahí tienes otra playa de arena en la que si quieres puedes descender, hacer cambio de pañales, etc. Siguiendo a pocos metros está la última parte del salto, el río describe una “S” sobre un lecho poco profundo y cubierto de grandes piedras.

Seguimos sin novedad, siempre con cuidado, pues si bien estaba con buen nivel de agua, hay piedras a muy poca profundidad.

Las correderas poco a poco van desapareciendo, aunque por momentos aparecen grandes remolinos denotando la poca profundidad y la presencia de obstáculos en el lecho, (los bancos de piedra y arena).

Es hermoso encontrar muchos escalones en la superficie del agua, como aceleran tu marcha.

Después de un rato descendimos en una playa de arena a tomar unos mates y estirar las piernas. El almuerzo estaba previsto en el camping de Fiorini y cuando terminamos con los mates ahí nos dirigimos.

Llegamos al camping, desembarcamos junto a unos sauces y almorzamos, luego de un buen rato de charla y chistes seguimos viaje, aún nos quedaban unos veinte km y con viento en contra, la corriente ya desaparece, deja de llevarte pues el río es ancho y más profundo.

Hicimos dos paradas más, una técnica para estirar las piernas y refrescarnos en la playa de la cruz y la siguiente en una playa para tomar unos mates.

De ahí en más fue remar y ver caer la tarde, seguimos con nuestras linternas el último tramo de nuestra travesía.

Llegamos a las nueve de la noche, Ignacio se dirigió al club Regatas a dejar el kayak y luego se vino caminando hasta donde estábamos nosotros para esperar a Laura que viniese con el auto y el tráiler a buscarnos.

Un hermoso viaje, mucha camaradería, cero estrés y el gran gusto de conocerlo a Aníbal Torres de Santa Fe.






Cargando todo



Y ya estamos en el agua, ya vamos rumbo a la corriente que se adueñará de nuestro viaje por un buen rato


Duelo de cámaras con Ignacio





Listo, el agua nos lleva, solo será necesario corregir el rumbo con algunas paladas, el resto lo hará el río

Increibles remansos, por momento mete miedo la turbulencia del agua


Pequeñas islas, bifurcaciones, gajos en el agua, correderas entre árboles, aves, vegetación y por sobre todo, admiración por la belleza que nos entrega nuestro río


Te queres quedar acá, no irte nunca mas, por momentos desearias tener un freno en el kayak para no abanzar tan rápido, pero está bien así, esto te deja con sed de regresar.

¡¡¡Ya sos propiedad del río!!!




Aníbal tomando una foto del rápido que acababamos de cruzar

Los "escalones" que se forman por las variaciónes del fondo del río aceleran tu paso, pasas ese y esperas encontrar otro más adelante






Remanso después del salto de Méndez, acá se puede descender en una playita de arena, esto está frente a lo que fue el camping, tan hermoso que tuvimos hasta que el campo cambió de dueño.



Este es el brazo de río que tomamos para cruzar el salto, hasta acá llegamos navegando luego de pasar el primer rápido, de acá hasta la proxima playita de arena debemos caminar con el bote de tiro pues es muy poco profundo y lleno de piedras muy afiladas

Playa en la que desembarcamos a tomar unos mates


En el camping de Fiorini con el Flaco, uno de los anfitriones de lujo, todo servicio y amabilidad encuentras en esta gente.




El lugar del almuerzo, esos pequeños sauces nos dieron la sombra suficiente para pasar ese excelente momento









Otra parada en la cruz para descansar y refrescarnos



Ignacio probando su chaleco salvavidas





La tarde se está escondiendo





Paso frente a la toma de agua de la ciudad





La llegada, ya con los botes cargados listos para regresar a nuestras casas


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