El sábado dejé pasar la mañana, hice fiaca y al llegar al medio día recién agarré envión.
Como a las trece cargué el kayak, Fatiga, y solo algunas cosas, entre ellas iban agua, frutas, cámara fotográfica, Handy el chaleco y el cubre cockpit, al GPS lo dejé, no tenía ganas de enterarme de nada de lo que remaría ese sábado.
Salí de casa rumbo al Gualeguaychú, como era sábado estaba todo colmado de turistas, eso sí, muchos de ellos en los comedores o buscando donde almorzar. Lanchas ninguna y pelotudos en auto un montón, tocando bocina y sacudiendo los brazos como avisando que ahí estaban, son tan increíblemente pelotudos que se piensan que no los hemos detectado y avisan.
Utilicé como puerto la bajada de lanchas que está junto al puente Méndez Casariego, no me quise ir a Papaya en el parque Unzué porque sabía que a esa hora estaría lleno y con poco lugar para dejar el auto.
Cargué lo poco que llevaba y zarpe aguas abajo, rumbo a mi pista de entrenamiento. Había mucho viento en contra, bastante intenso, así que me fui manso, unos doscientos metros antes de llegar a la playita a la que me dirigía encontré un riel de ferrocarril en posición vertical, enterrado y sobresaliendo del agua unos sesenta centímetros más o menos, me acerqué a él y probé moverlo, estaba bien firme, así que decidí que ese sería mi “proa de bote” o punto fijo del cual tomarme para realizar los ejercicios que me sugirió Fernando. La verdad que está bueno, pues tiene dos orificios en el extremo como para atar un cabo y hacer un anillo del cual sostenerme, además está cerca de la orilla, con un metro de profundidad de agua, así que seguí viaje pues llevaba algunas cosas sobre cubierta que no se podían mojar, lo dejé para la vuelta.
Llegué a la playita y me dispuse a descansar mientras comía algunas frutas. Sentado en el banquito me quedé mirando las lanchas que comenzaron a pasar.
Ahí me quedé como una hora, sentado, escuchando radio Continental, luego apagué la radio y me quedé solo con el viento y el sonido del agua sobre la costa. De vez en cuando algún ave se acercaba a los arboles que me rodeaban.
El viento sur era intenso, molestaba para remar, así que me declaré en huelga de “brazos caídos”.
Cuando me cansé de no hacer nada cargué todo lo que no se podía mojar en el tambucho, saqué el cubrecockpit del tambucho de popa, de ida no me lo puse por el calor, además no había olas importantes que pudiesen entrar al bote, y tomé rumbo al riel para hacer algunos ejercicios.
En el camino fui ejercitando cambios de rumbo, desplazamiento lateral y algunos apoyos. Al llegar al riel dejé la pala a un costado, siempre la llevo atada con un cabo, y comencé la rutina de volcar el bote tratando de ver en qué punto se vuelca y además tratar de enderezarlo con la cadera, anduvo todo bien, me faltaron probar otras cosas, pero como no estaba muy concentrado anímicamente, las dejé para otro día, seguramente este sábado o domingo regrese y ahí si haga unas cuantas pruebas y ejercicios. Lo que si noté enseguida como se puede lesionar el hombro muy fácilmente si se aleja demasiado el codo del cuerpo. Ya en los primeros vuelcos, al recuperarme sentí una pequeña molestia en el hombro derecho y ahí recordé lo que aconsejaba en los videos de Youtube, (me los gravé a todos los del instructor Chileno) Luego seguí recuperando la vertical pero manteniendo el codo cerca de mi cuerpo y todo salió bien y sin molestias en el hombro.
Luego de un rato de ejercicios y habiendo cargado agua pues el aro del Chapelco al ser largo tiene una parte recta y el cubre cockpit al estar el bote totalmente tumbado, deja entrar un poco de agua, no es mucha pero entra, por suerte en esta época no molesta, solo que hay que mandarle esponja, regresé a puerto, para las cinco de la tarde estaba cargando el bote sobre el auto.
Como verán, este sábado no me comporté como el joven y espigado navegante que surca las aguas mansas de esta zona buscando bellezas naturales y buena técnica. Diría que era el viejo gordo, cansado, con calor, molesto por el viento y la ciudad demasiado llena, que andaba buscando un escape que no encontró.
No importa, valió la pena.
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